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Tiburones en el Mediterráneo

FOTO:  Tiburón Blanco – Carcharodon carcharias

En el Mediterráneo se conocen 47 especies de tiburones, la mayoría inofensivos, costeros y bentónicos (viven asociados al fondo). Una extendida visión folklórica de los mismos, con escaso fundamento y rigor científico, nos impide conocer el verdadero y apasionante mundo de estos animales. En contra de lo que podría pensarse son extremadamente vulnerables a la presencia de los humanos, hecho que en la actualidad les ha llevado a una situación más que delicada.

Últimamente escuchamos noticias sobre los tiburones en la zona del Maresme, en Tarragona… Cosa que genera mucha expectación en los medios y en la calle. Estos peces, junto a los mamíferos marinos, son sin duda los habitantes del mar que más curiosidad han despertado en los seres humanos desde tiempos inmemoriales. Este hecho es el que motiva poder clarificar algunos aspectos y acercar estas especies, ya que están presentes en el Mediterráneo desde hace varios millones de años, mucho antes de que llegáramos los humanos, y actualmente son vulnerables a nuestra presencia, hecho que les ha llevado replantear su futuro en el mar.

Lo primero que debemos de tener claro es lo que entendemos por el término: Tiburón. Este hace referencia al conjunto de peces de esqueleto cartilaginoso caracterizados por un cuerpo alargado, fusiforme y perfectamente adaptados a la vida acuática; con aletas pectorales libres, no soldadas a la cabeza y con hendiduras branquiales en posición lateral o lateroventral. Presentan gran diversidad de formas adaptadas a los más diversos ambientes marinos y son un conjunto de especies que cuentan con una larga y exitosa historia evolutiva, muchas de las que hoy día conocemos son muy similares a las que vivían en los mares cretácicos, hace más de 100 millones de años.

Actualmente, la clasificación de los peces supone una tarea compleja y en continuo cambio. Esto se debe principalmente a tres factores: los continuos avances de la ciencia (nuevas técnicas y parámetros de identificación), las casi 25.000 especies de peces que se conocen en la actualidad y el gran número de fósiles que día a día van aportando nuevos datos. Los tiburones, con alrededor de 400 especies, se incluyen en la clase de los Condrictios (Peces de esqueleto cartilaginoso, G. Chondros=cartílago e ichthys=pez). Son reconocibles por presentar dientes sustituibles en capas superpuestas, no fusionados a las mandíbulas y cráneo sin fisuras, de una sola pieza. Los machos poseen dos visibles órganos copuladores, de este modo, aseguran la fecundación, ya que los encuentros entre individuos de distinto sexo no suelen ser muy frecuentes en estas especies. Finalmente, presentan una interesante válvula espiral en el intestino que lo recorre como una escalera de caracol, aumentando así la superficie de absorción y secreción.

Dentro de los Condrictios, los tiburones, las rayas y los torpedos se agrupan en la subclase de los Elasmobranquios (G. Elasmos=placa de metal y brachia=branquia). Se distinguen a simple vista por las típicas hendiduras branquiales (normalmente 5), y no presentar la mandíbula superior fusionada al cráneo. Otra característica es la presencia de escamas de tipo placoideo de morfología más o menos cónica y con la punta orientada hacia la región posterior del cuerpo. Esto conlleva que al acariciar su piel, sea suave al tacto, siendo áspero o rugoso en sentido contrario. Además, esta particular disposición de las escamas favorece la natación del animal ya que se traduce en un menor rozamiento con el agua. Antiguamente, las pieles de los tiburones se utilizaban como papel de lija.

En cuanto a los tiburones, una visión con escaso fundamento científico (ciertas películas, artículos periodísticos…) nos impide conocer el verdadero y apasionante mundo de estos animales, de hecho, los científicos todavía no han explicado muchas de sus conductas peculiares. El conjunto de especies de tiburones según autores, suelen agruparse en el orden de los seláceos que incluye unos 8 subórdenes, uno de ellos el de los escualiformes o escualos, por lo que este término no debería ser usado para generalizar el conjunto. Debemos entender que la visión del tiburón como devorador de hombres es pura anécdota. Son pocas las especies que han atacado a los humanos. El tiburón blanco, por ejemplo, no se come a las personas porque no le gusta la carne humana y los ataques son debidos a la confusión con especies tales como focas o tortugas de las que el tiburón se alimenta.

Destaquemos pues, algunas de las numerosas virtudes de los tiburones. Por una parte, es interesante resaltar la magnífica adaptación de los tiburones pelágicos (que viven la mayor parte en mar abierto), que deben nadar constantemente para que el agua circule de manera continua a través de sus branquias y les proporcione el oxígeno necesario para respirar. Por otra, gracias a su sistema muscular (movimientos ondulatorios y golpes con la cola) y la particular disposición de las aletas pectorales, estos tiburones consiguen mantenerse a flote y mediante una natación continuada aseguran el filtrado del agua con bajo coste energético. La capacidad de flotación se ve incrementada con la presencia de una enorme masa hepática de naturaleza aceitosa, disminuyendo considerablemente su densidad corporal. También hay casos de adaptaciones especiales en algunas especies, como el tiburón toro o bacota (Carcharias taurus), capaz de permitir la entrada de aire en su estómago convirtiéndolo en una cámara de gas, emulando la típica vejiga natatoria de los peces óseos y evitando su hundimiento. El modo en que los tiburones se han adaptado para vivir en aguas salinas es también curioso ya que para evitar la pérdida de agua por ósmosis, sus fluidos corporales, y en especial la sangre, suele tener elevada concentración de metabolitos gracias a la retención de urea y óxido de trimetilamina.

Otras interesantes adaptaciones de este grupo se relacionan con sus sentidos, presentando un olfato muy desarrollado y la presencia de las ampollas de Lorenzini (en honor a la persona que descubrió su funcionamiento). Son éstas unas complicadas estructuras sensoriales localizadas principalmente en la superficie de la cabeza y capaces de responder a impulsos mecánicos, al frío, a la concentración salina y a estímulos eléctricos. Estos últimos les advierten de la presencia de otros animales debido a los potenciales musculares que todo ser vivo genera. Precisamente el desarrollo de estos órganos de los sentidos hacen que la vista no sea especialmente relevante, así, la mayoría de los tiburones muchos de ellos con hábitos nocturnos o habitantes de las profundidades marinas, poseen muy poca agudeza visual y se caracterizan por su elevada hipermetropía (10-14 dioptrías).

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Anatomía interna y externa del tiburón

En algunos tiburones pelágicos, como el tiburón blanco (Carcharodon carcharias) se ha descubierto una homeotermia parcial, es decir, estos animales, en principio considerados de ‘sangre fría’ son capaces de mantener una temperatura corporal constante de unos 20-25°C incluso en aguas frías infiriéndoles cierto carácter como animales de ‘sangre caliente’ en su medio, hecho que les ofrece gran ventaja por poseer así un metabolismo elevado y por los tanto mayor actividad y rendimiento, pudiendo alcanzar velocidades de hasta 32 nudos (unos 60 Km/h).

Podemos hablar de tres grupos en función de sus hábitos alimenticios: los grandes depredadores o cazadores de organismos nadadores (atunes, delfines, focas tortugas, cefalópodos,… ) entre los que se encuentran los tiburones pelágicos como los zorros (Alopias vulpes), tiburones azules (Carcharhinidae), Tintoreras (Prionace galuca), mielgas (Squalidae) y el tiburón blanco (Carcharodon carcharias). Sin embargo, la mayor parte de tiburones suelen buscar el alimento en el fondo marino y se alimentan de moluscos bivalvos y gasterópodos, crustáceos decápodos como los cangrejos, etc. Por lo que sus sistemas dentarios se componen de dientes aplanados y placas dentarias adecuadas para machacar los caparazones de sus presas. Entre estos encontramos la pintarroja o gato (Scylorhinus canicula) y el pez ángel entre otros (Squatinidae). La última estrategia alimenticia se basa en la filtración del agua de mar y aprovechamiento del plancton así retenido, propio del tiburón peregrino (Cetorhinus maximus).

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Alopias vulpes

Todos los tiburones realizan fecundación interna, si bien la dependencia que los embriones tienen de la madre varía mucho dentro del grupo, los ovíparos, como el Scylorhinus canicula descargan los huevos cargados de vitelo en cápsulas córneas con zarcillos, denominadas ‘monederos de sirena’, muy frecuentes en los arribazones de nuestras costas, que se agarran a cualquier objeto firme que tocan hasta el momento de la eclosión (tras 6-9 meses).

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Huevo de tiburón “Monederos de sirena”

Otras especies son ovovivíparas, en ellas, la madre retiene el embrión en desarrollo en su oviducto hasta que el saco vitelino, del que se nutre, se reduce y se produce el nacimiento. Quizás las más interesantes son las especies vivíparas donde puede existir una placenta que conecta el embrión con la madre a través del torrente sanguíneo, o un sistema de nutrición embrionaria mediante secreciones de la madre, la denominada leche uterina, que los alimenta durante el proceso de gestación. En algunos casos los embriones pueden alimentarse en el interior de la madre a partir de otros huevos allí depositados e incluso de sus propios hermanos. En cualquier caso, tras el nacimiento de los nuevos tiburones, éstos son abandonados en el medio terminando así el control parental.

En cuanto a la coloración de los tiburones es interesante recalcar que es mucho más diversa de lo que en general puede parecer, esto es debido a la multitud de hábitats en que se encuentran. La más conocida es la coloración pelágica de dorso oscuro y vientre claro que les infiere un carácter críptico en este ambiente. No obstante, encontramos diferentes policromías como por ejemplo las tonalidades marrones y con manchas de la Pintarroja o gato (Scyliorhinus canicula), probablemente el tiburón más abundante en el Mediterráneo.

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Scyliorhinus canicula

Así pues, en lo referente a la presencia de tiburones en el Mediterráneo, decir que los tiburones están presentes en todos los mares y océanos del mundo, incluso algunas especies pueden habitar en algunos grandes ríos, se distribuyen desde aguas costeras hasta 4.000 m de profundidad. En el Mediterráneo se conocen 47 especies de tiburones, la mayoría costeros y bentónicos (contrariamente a lo que la mayoría pueda pensar, viven ligados al fondo marino), son tímidos, huidizos y curiosos, y no atacan a los seres humanos, muchos ni tan siquiera poseen dientes propiamente dichos. Para su alimentación, basada en invertebrados y pequeños peces, se las arreglan con placas provistas de pequeños dentículos. Entre los que viven en aguas abiertas (pelágicos) contamos con la presencia del gigante e inofensivo tiburón peregrino (Cetorhinus maximus), que puede alcanzar los 10 m de longitud. Y no debemos olvidarnos del mítico y temido tiburón blanco (Carcharodon carcharias), citado en las costas mediterráneas en numerosas ocasiones, incluyendo algunos ataques, generalmente por confirmar, cuya fama se ha extendido al resto de sus compañeros de grupo, injusto para muchos de ellos que son totalmente inofensivos y víctimas de un terror infundado, haciéndonos olvidar sus interesantes aportaciones tanto desde el punto de vista ecológico, como alimenticio o farmacológico entre otros.

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Cetorhinus maximus

Curiosamente, y en contra de lo que muchos puedan pensar, en la actualidad, los tiburones se encuentran seriamente amenazados a consecuencia de la contaminación de los mares, la sobreexplotación pesquera (tanto de especies de tiburones como de otras directamente relacionadas con ellos), la superpoblación en las áreas costeras y el negocio ilegal (especialmente importante en relación al comercio de aletas de tiburón con los países asiáticos). En este sentido, estos habitantes del mar requieren de nuestro cuidado y atención. La mayor parte de tiburones ocupan la cúspide de las pirámides tróficas de la mayor parte de ecosistemas en los que están presentes, lo que les hace especialmente vulnerables frente a las interferencias externas como la del ser humano. Estos peces, sin apenas predadores en su nicho ecológico, están acomodados a tasas de crecimiento muy lentas alcanzando la madurez sexual a edades relativamente avanzadas (algunos casos pueden superar los 30 años). Muchos de ellos, adaptados a la vida en aguas abiertas, no tienen fácil ni la búsqueda de alimento ni de pareja para la perpetuación de la especie, suelen tener pocas crías, incluso algunos de ellos poseen largos períodos de gestación (hasta 2 años en algunas especies). Si a todo esto añadimos las casi 900.000 toneladas de tiburones que se capturan cada año en el mundo (unos 100 millones de ejemplares), es evidente el desamparo que estos peces viven. Afortunadamente, gracias a que los seres humanos tenemos ganas de reaccionar y contribuir a la vida en armonía con la naturaleza, desde 2002 ya se incluyen algunas especies de tiburones en el listado de especies en peligro de la CITES (Convention on International Trade in Endangered Species of Wild Fauna and Flora) y gran parte de las mismas están incluidas en la lista roja de la UICN (Red List of Threatened Species).

 

Xavi Ruiz
Biólogo marino – Artquatic
SSI Dive Control Specialist Instructor

 

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